Tanto la gimnasia artistica como el ballet se centran en los
movimientos del cuerpo del atleta, la fuerza, el equilibrio, la flexibilidad y
la destreza exhibida en una representación. A pesar de estas similitudes, se
trata de dos actividades físicas distintas.
Sólo el deportista que compite al tope de sus posibilidades
sabe muy bien que si no posee una buena preparación psicológica se pueden venir
al suelo todas las horas de gran esfuerzo realizadas en los sufridos
entrenamientos.
En este articulo me voy a concentrar en los bailarines y en los maestros, que espero puedan aportar un granito de arena mas a la psicología deportiva.
Mantener la concentración precisa y lograr la superación de
los obstáculos mentales son barreras que en el arte escénico suponen una enorme
dificultad para los artistas, de modo que muy frecuentemente ello les impide
alcanzar la plenitud de su potencial y la expresión plena de su talento. Esto
sucede particularmente en la danza, en cualquiera de sus especialidades.
Los bailarines suelen tener dos estilos de
concentración: de atención externa, por el que sensibilizan y
se distraen con las actividades del entorno (del público y los demás bailarines),
y de atención interna, por el que se sensibilizan y se distraen con
la actividad interna (los pensamientos y las sensaciones físicas).
Pero más importante aún es conocer el entorno en el que el atleta o el
artista se está formando, conocer quiénes son sus mentores, que les exigen y como
se los exige.
Jügen Pagels, un catedrático de danza clásica explica muy
claramente el rol del maestro relatando que el pedagogo es quien otorga el fundamento
para la educación de futuros bailarines/as. Este se convierte en su guía por el
largo y frecuentemente difícil camino hacia una profesión, que con frecuencia
puede ser algo corta. Según él, esta es su primera responsabilidad, por lo que
el docente debe poseer el instinto e intuición para influenciar positivamente y
guiar correctamente al alumnado. No debe ser el objetivo de nuestra labor
conseguir únicamente un correcto funcionamiento de la técnica, puesto que
tratamos de formar artistas. En su reflexión, cita al coreógrafo John Cranko, y
advertía que un centro donde se imparte danza no debe convertirse en una
especie de fábrica, donde crear bailarines sobre una faja trasportadora.
Hay que identificar con claridad los roles de los maestros,
entrenadores y el rol de los padres
Un maestro inspira confianza, responsabilidad, y por sobre
todo disciplina, lo que no significa que no podamos reír con un maestro, pero
hay límites que son ellos mismos quienes deben de ponerlos. Un padre no es un
entrenador, es un motivador y una contención, acompaña el sueño de su hijo,
apoya y alienta, no es su rol el de criticar o corregir técnicas, pues no es su
campo, como así tampoco es campo del maestro actuar como padre del alumno.
En psicología cuidamos mucho el detalle de la proyección, si
trabajamos con personas iguales a nosotros, con las mismas aspiraciones y
talentos, tendemos a proyectar nuestras propias inseguridades, nuestros propios
miedos y hasta nuestro deseo de ganar y ser mejores a través de otros, ojo si
algo de esto llega a pasar, es mejor hacer un alto y evaluarnos primeramente
como maestros.
Por otro lado para que en una clase de danza se dé un
proceso de enseñanza-aprendizaje real, es necesario generar una atmósfera
artística en el aula que dependerá en gran medida del tono de voz del
profesor/a. Dicho tono debe exigir apropiadamente, ya que la clase requiere
disciplina, pero se invita a evitar convertirla en algo militar, con órdenes
que se repitan durante toda la clase.
El maestro Pagels defiende que el acto de gritar no es
cuestión de temperamento, sino una expresión latente de impaciencia,
desequilibrio o inseguridad del profesorado. Este tipo de atmósfera solo sirve
para alterar la sensibilidad y la seriedad del estudiante, destruyendo la
integridad de la clase.
Acerca de las correcciones, Pagels asegura que deben darse
de forma clara y con prontitud. Estas deben contener propuestas de mejora y
aclarar qué objetivo se persigue con cada una de ellas.
En gran medida se establece una estrecha colaboración entre
el alumnado y profesorado, de la que sabemos depende gran parte de sus mutuos
logros. Por ello, la base de esta relación es el respeto mutuo y la disciplina, si uno de estos falla desde el
comienzo, esa relación no tendrá futuro alguno. Como base para una docencia de
calidad se nos insta a demostrar en cada clase al alumnado que somos seres
humanos comprensivos, que la disciplina y la amabilidad se dan la mano y, sobre
todo, que poseemos sentido del humor.
Por ultimo, no todo bailarín es automáticamente un buen
profesor. Y que, aunque poseer experiencia escénica profesional como bailarín/a
puede ser de enorme utilidad para el ejercicio de la docencia de la danza, no
todo buen profesor/a fue un buen bailarín/a.
No hay comentarios:
Publicar un comentario