Desprendiéndonos de nuestras Emociones Negativas
A quien no le gustaría vacunarse contra las emociones negativas,
conseguir que no se instalen en nosotros como una enfermedad crónica, aprender
a defendernos de ellas y de sus efectos tóxicos.
En definitiva de lo que se trata es de conseguir nuestro bienestar emocional.
En definitiva de lo que se trata es de conseguir nuestro bienestar emocional.
Las emociones no son malas y dañinas porque sí, sin más, en
realidad nos avisan de que algo no va bien, hay que utilizarlas para
reequilibrarnos y ajustar aquello que nos ancla.
Puede tratarse de sentimientos de envidia, de inseguridad, de
impotencia, de insatisfacción, desamor, odio, cada uno con un mensaje para
nosotros.
Otras veces son personas las que sufren estos sentimientos y nos
contaminan con sus malas energías. Es muy importante aprender a no contagiarnos
y si no podemos ayudar alejarnos de esas personas que rompen nuestro equilibrio
emocional.
Muchas veces la ansiedad o la angustia nos la producen cosas que
nos han ocurrido en el pasado, nos disgustaron y nos hicieron sufrir, y
añadieron, sin que nos diésemos cuenta, un peso más a nuestro ancla en el
pasado.
Esta interpretación de los hechos del pasado, estas emociones
negativas que alimentamos sin darnos cuenta, crecen como las malas hierbas y
nos convierten en enfermos crónicos emocionales. Nos acabamos convirtiendo en
seres impacientes, irritables, descontentos…y lo peor de todo incapaces de
disfrutar del presente porque el pasado es quien roba toda nuestra atención.
No siempre resulta fácil pero es necesario buscar sosiego,
recuperar la seguridad, la confianza en nosotros mismos, la esperanza en el
futuro. Tampoco tenemos que hacerlo solos, para eso pueden contar con un
psicólogo.
El sentimiento de desesperanza, por ejemplo, es devastador y
aplastante. La única manera de superarlo es sembrando poco a poco esperanza,
confianza en nosotros mismos y en lo que el futuro nos traerá.
La Envidia es otro sentimiento enturbiador y desestabilizante.
Es el disgusto o la insatisfacción al contemplar los logros, éxitos o incluso
la felicidad de otras personas. Puede ser tanto a nivel profesional, como en
nuestra vida cotidiana y sencilla. Es la incapacidad de alegrarnos por la
felicidad ajena, el creer injusto que otro disfrute de lo que nosotros deseamos
y quizá nos vemos incapaces de conseguir.
Cuando es una persona de nuestro círculo cercano la que nos
contamina con la envidia que siente hacia algún aspecto de nuestra vida, la
mejor defensa no es, como podíamos pensar, un buen ataque, sino poner distancia
tanto física como psicológica de por medio.
La única manera de hacer frente al sentimiento de envidia es
sustituirla por admiración, motivarnos para nuestra propia superación. Es más
positivo visualizar lo que queremos, nuestras propias metas y poner en ello
todo nuestro empeño y habilidades. Se trata de convertir en productiva una
vivencia que amenazaba con ser autodestructiva. Para ello hay que preguntarse
¿quién soy?, ¿quién quiero llegar a ser?, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿qué
puede aportar yo a la humanidad?
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