miércoles, 30 de mayo de 2012


Desprendiéndonos de nuestras Emociones Negativas
A quien no le gustaría vacunarse contra las emociones negativas, conseguir que no se instalen en nosotros como una enfermedad crónica, aprender a defendernos de ellas y de sus efectos tóxicos.
En definitiva de lo que se trata es de conseguir nuestro bienestar emocional.
Las emociones no son malas y dañinas porque sí, sin más, en realidad nos avisan de que algo no va bien, hay que utilizarlas para reequilibrarnos y ajustar aquello que nos ancla.
Puede tratarse de sentimientos de envidia, de inseguridad, de impotencia, de insatisfacción, desamor, odio, cada uno con un mensaje para nosotros.
Otras veces son personas las que sufren estos sentimientos y nos contaminan con sus malas energías. Es muy importante aprender a no contagiarnos y si no podemos ayudar alejarnos de esas personas que rompen nuestro equilibrio emocional.
Muchas veces la ansiedad o la angustia nos la producen cosas que nos han ocurrido en el pasado, nos disgustaron y nos hicieron sufrir, y añadieron, sin que nos diésemos cuenta, un peso más a nuestro ancla en el pasado.
Esta interpretación de los hechos del pasado, estas emociones negativas que alimentamos sin darnos cuenta, crecen como las malas hierbas y nos convierten en enfermos crónicos emocionales. Nos acabamos convirtiendo en seres impacientes, irritables, descontentos…y lo peor de todo incapaces de disfrutar del presente porque el pasado es quien roba toda nuestra atención.
No siempre resulta fácil pero es necesario buscar sosiego, recuperar la seguridad, la confianza en nosotros mismos, la esperanza en el futuro. Tampoco tenemos que hacerlo solos, para eso pueden contar con un psicólogo.
El sentimiento de desesperanza, por ejemplo, es devastador y aplastante. La única manera de superarlo es sembrando poco a poco esperanza, confianza en nosotros mismos y en lo que el futuro nos traerá.
La Envidia es otro sentimiento enturbiador y desestabilizante. Es el disgusto o la insatisfacción al contemplar los logros, éxitos o incluso la felicidad de otras personas. Puede ser tanto a nivel profesional, como en nuestra vida cotidiana y sencilla. Es la incapacidad de alegrarnos por la felicidad ajena, el creer injusto que otro disfrute de lo que nosotros deseamos y quizá nos vemos incapaces de conseguir.
Cuando es una persona de nuestro círculo cercano la que nos contamina con la envidia que siente hacia algún aspecto de nuestra vida, la mejor defensa no es, como podíamos pensar, un buen ataque, sino poner distancia tanto física como psicológica de por medio.
La única manera de hacer frente al sentimiento de envidia es sustituirla por admiración, motivarnos para nuestra propia superación. Es más positivo visualizar lo que queremos, nuestras propias metas y poner en ello todo nuestro empeño y habilidades. Se trata de convertir en productiva una vivencia que amenazaba con ser autodestructiva. Para ello hay que preguntarse ¿quién soy?, ¿quién quiero llegar a ser?, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿qué puede aportar yo a la humanidad?

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