miércoles, 30 de mayo de 2012

A MIMARSE CON LA MUSICOTERAPIA

¿Quien no ha deseado alguna vez llegar a casa, quitarse los zapatos y escuchar su música favorita a todo volumen? ¿Quien no se acuerda de la cantidad de veces que estando triste o feliz pro algo, ponía sus discos favoritos y lo compartía hasta con los vecinos de la cuadra? La razón de que nos haga sentirnos tan bien, es que la música y sus componentes fundamentales (ritmo, escalas, tonos, etc.), producen patrones de actividad eléctrica cerebral coherente. Ello se traduce en una mayor eficacia a nivel del funcionamiento del cerebro no sólo como rector de los procesos cognitivos sino también como regulador de las funciones vegetativas del organismo.
Uno de los usos cotidianos más simples y difundidos de la musicoterapia es la regulación del estado de ánimo. Utilizamos trozos musicales para alegrarnos cuando nos sentimos tristes o para calmarnos en medio de estados de excitación producidos por la rabia, el estrés o el temor.
También se utiliza para mejorar el aprendizaje, ejercicios rítmicos para mejorar la coordinación y la resistencia física. La música, bien empleada, puede facilitar el contacto con bloqueos emocionales concretos y producir la catarsis necesaria para la resolución del conflicto.
Todas las culturas se han valido desde siempre de la música para inducir estados de conciencia o influir en el estado de ánimo. Griegos y egipcios sabían de los efectos psicológicos de las diferentes escalas y modos musicales.
Hoy en día están reconocidos sus efectos psicológicos y orgánicos y se la reconoce como una vertiente psicoterapéutica más.
Además de buscar un especialista que le guíe en su tratamiento de musicoterapia puede practicarla en casa cada día, busque que tipo de música le estimula para trabajar, cual le relaja, cual le levanta el ánimo…sobretodo, permítase mimarse que es lo más importante. VIVA LA MÚSICA!!!

Desprendiéndonos de nuestras Emociones Negativas
A quien no le gustaría vacunarse contra las emociones negativas, conseguir que no se instalen en nosotros como una enfermedad crónica, aprender a defendernos de ellas y de sus efectos tóxicos.
En definitiva de lo que se trata es de conseguir nuestro bienestar emocional.
Las emociones no son malas y dañinas porque sí, sin más, en realidad nos avisan de que algo no va bien, hay que utilizarlas para reequilibrarnos y ajustar aquello que nos ancla.
Puede tratarse de sentimientos de envidia, de inseguridad, de impotencia, de insatisfacción, desamor, odio, cada uno con un mensaje para nosotros.
Otras veces son personas las que sufren estos sentimientos y nos contaminan con sus malas energías. Es muy importante aprender a no contagiarnos y si no podemos ayudar alejarnos de esas personas que rompen nuestro equilibrio emocional.
Muchas veces la ansiedad o la angustia nos la producen cosas que nos han ocurrido en el pasado, nos disgustaron y nos hicieron sufrir, y añadieron, sin que nos diésemos cuenta, un peso más a nuestro ancla en el pasado.
Esta interpretación de los hechos del pasado, estas emociones negativas que alimentamos sin darnos cuenta, crecen como las malas hierbas y nos convierten en enfermos crónicos emocionales. Nos acabamos convirtiendo en seres impacientes, irritables, descontentos…y lo peor de todo incapaces de disfrutar del presente porque el pasado es quien roba toda nuestra atención.
No siempre resulta fácil pero es necesario buscar sosiego, recuperar la seguridad, la confianza en nosotros mismos, la esperanza en el futuro. Tampoco tenemos que hacerlo solos, para eso pueden contar con un psicólogo.
El sentimiento de desesperanza, por ejemplo, es devastador y aplastante. La única manera de superarlo es sembrando poco a poco esperanza, confianza en nosotros mismos y en lo que el futuro nos traerá.
La Envidia es otro sentimiento enturbiador y desestabilizante. Es el disgusto o la insatisfacción al contemplar los logros, éxitos o incluso la felicidad de otras personas. Puede ser tanto a nivel profesional, como en nuestra vida cotidiana y sencilla. Es la incapacidad de alegrarnos por la felicidad ajena, el creer injusto que otro disfrute de lo que nosotros deseamos y quizá nos vemos incapaces de conseguir.
Cuando es una persona de nuestro círculo cercano la que nos contamina con la envidia que siente hacia algún aspecto de nuestra vida, la mejor defensa no es, como podíamos pensar, un buen ataque, sino poner distancia tanto física como psicológica de por medio.
La única manera de hacer frente al sentimiento de envidia es sustituirla por admiración, motivarnos para nuestra propia superación. Es más positivo visualizar lo que queremos, nuestras propias metas y poner en ello todo nuestro empeño y habilidades. Se trata de convertir en productiva una vivencia que amenazaba con ser autodestructiva. Para ello hay que preguntarse ¿quién soy?, ¿quién quiero llegar a ser?, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿qué puede aportar yo a la humanidad?

martes, 29 de mayo de 2012

Cuento- El rey bipolar


"El Rey Bipolar"

“Érase una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Era una buena persona, pero tenía un problema: era un rey con dos personalidades.
Había días en que se levantaba optimista, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas.
En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos. Esos eran días en que el rey bajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos.
Eran grandes días en los que se sentía capaz de grandes proyectos y confiaba en sí mismo.
Sin embargo, había también días pesimistas…
Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un rato más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado.
Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol le molestaba aún más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. No lo apetecía recibir a nadie. No confiaba en sí mismo ni en el futuro.
Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran los días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba opositores…
Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO.
Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.
—Señores –les dijo— todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecido mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera. Necesito de ustedes, señores, que trabajen juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.
Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso.
Esa noche el rey lloró. A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia…
Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.
—Majestad –dijo el hombre con una reverencia—, del lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio.
Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero.
El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.
—Gracias –dijo el rey entusiasmado— ¿es un anillo mágico?
—Por cierto lo es –respondió el viajero—, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo…
Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.
El rey tomó el anillo y leyó en voz alta:
Debes saber que ESTO TAMBIÉN PASARÁ.”
 ¿Quién no se ha sentido alguna vez como el rey de  nuestra historia?
Es curioso, sobre todo, durante y después de tanta fiesta y tanta celebración, a veces nos levantamos sin reconocernos a nosotros mismos.
Quizá nos ayude el recuerdo de este cuento para los altibajos emocionales de momentos
ESTO TAMBIÉN PASARÁ.
Autoestima: es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de sí mismo.

El Hombre como un ser social


El hombre es un ser social


Es hombre es un ser social por naturaleza. Es una realidad que unos necesitamos de otros, no podríamos vivir solos.


Ningún ser vivo necesita de los demás en los primeros meses y años de la infancia tanto como el hombre.



La persona humana es mucho más que un ser lleno de necesidades, el ser humano es esencialmente comunicativo por lo que está llamado a compartirse y dejarse compartir por los demás. Todo ser personal tiende esencialmente a la entrega y a la participación, de forma que el ser personal está ordenado por esencia al Tú y a la sociedad. La meta es el recíproco: dar y participar en los valores personales y por eso en las diversas estructuras sociales se determina su propia esencia, según la especie de los valores personales que en ellas intervienen; por ejemplo: el matrimonio, la amistad, etc.


Las relaciones humanas se ocupan de la habilidad de llevarse bien con las personas y de crear relaciones significativas. Esta habilidad es importante ya que afectan todos los medios en los que la persona se desenvuelve: su vida hogareña, escolar, social, de trabajo, etc. Relaciones humanas defectuosas ocasionan divorcios, fracasos de negocios, frustraciones, inseguridades, etc.


Sólo podremos establecer adecuadas y extraordinarias relaciones humanas si abrimos nuestro corazón y permitimos el paso de la humildad, virtud que hay que cultivar en nosotros para poder ver nuestra grandeza y la grandeza de los demás, dejarnos inundar del amor y procurar el bien de los que nos rodean; relacionarse con otro no sólo es hablarle: es mirarle, descubrirle, aceptarle, amarle, salvarle.



Todas las personas tenemos la tarea de crear conciencia de integración en la estructura social en la que vivimos, profundizando en los principios sociales universales para orientar y motivar la participación.


Aunque cada cual busca su propio bien, todos necesitamos los unos de los otros para obtenerlo. Nadie puede bastarse a sí mismo. Si estuviéramos solos(as), se limitarían nuestras posibilidades de:


• Contar con ayuda y mayor protección alimenticia, habitacional y vestimenta, así como manejar peligros de: tormentas, animales salvajes, enfermedades y otros aspectos.



• Compartir con otros sobre nuestras actividades diarias.



Es en la sociedad en donde encontramos mejores oportunidades y formas de alcanzar nuestro bienestar, de formar una familia y de crecer como personas. Al vivir en una sociedad y, concretamente, al vivir en nuestra sociedad Paraguaya, tenemos también derecho a participar de su bien común. En ella, cada uno de sus ciudadanos, de los grupos, de las empresas y el Estado, tenemos que velar no sólo por nuestro interés particular, sino por el de todos.