jueves, 24 de octubre de 2019

ALGO SOBRE ESPIRITUALIDAD


¿Tiene sentido seguir hablando hoy de espiritualidad? ... Si y hay que añadir que, incluso en el imaginario colectivo cristiano, se tiende a pensar que una “persona espiritual” es un beato o beata, una persona más bien mojigata, o rara. En organizaciones vinculadas a los jesuitas, donde una parte significativa de los profesionales no comparte plenamente la fe cristiana, hablar de espiritualidad, ¿no es hablar más de lo que nos separa que de lo que nos une? Creemos que no.
La espiritualidad tiene que ver con la vida y con nuestra forma de vivirla. Tiene que ver con el ánimo con el que nos levantamos todos los días para ir a trabajar, con la manera de afrontar los problemas o con nuestras relaciones con el vecino. Tiene que ver con nuestra reacción cuando, delante del espejo, las arrugas nos indican que vamos envejeciendo; tiene que ver con las páginas que visitamos en Google, con nuestro tiempo libre, o con el espíritu con el que sobrellevamos la enfermedad, nuestra o de un ser querido. Y tiene que ver, por supuesto, con lo que las personas creyentes llamamos Dios y con esa experiencia que cambia la vida hasta el punto de querer desvivirse por los demás.
Espiritualidad viene de “espíritu”, que originariamente significa viento, aliento. Indica libertad, brisa, algo difícil de encerrar y encasillar. Por eso, la espiritualidad no es patrimonio exclusivo de las religiones y de los creyentes. Muchas personas, alejadas hoy por distintos motivos de las grandes tradiciones religiosas, no renuncian por ello a cultivar su espíritu. En un mundo plural y en cambio no es fácil definir con exactitud qué es espiritualidad. Pero parece que los distintos itinerarios confluyen en algunos puntos fuertes: el cultivo de una sensibilidad humana profunda que desarrolle la empatía y la capacidad para elegir lo mejor; la salida de la perspectiva espontáneamente egocéntrica con la que nos situamos ante las personas y ante toda la realidad; la búsqueda de una forma de vida reconciliada, compasiva y solidaria.....

martes, 15 de octubre de 2019

EL AMOR EN TIEMPOS DE INTERNET


El amor en la época de internet (y no solo hablo del amor romántico)  se parece más a una App; está hecho de emoticones y a veces relegado solo a la pantalla del móvil.
La gestión de una relación es siempre un asunto personal y no se pueden establecer reglas sobre el amor perfecto.
De seguro que, respecto al pasado, las posibilidades de encontrar el “alma gemela” han cambiado. Antes era necesario encontrar una manera o un amigo que hiciera de trámite, hoy basta descargar una App y ya estás en contacto con el mundo que te rodea. Se puede encontrar la pareja estableciendo un radio de acción para la “caza”, sin olvidar ajustar intereses y costumbres.
En el mundo del always on,  el sí digital no necesita intermediarios para exponerse a los otros. Se hace directamente, con ventajas en términos de libertad, pero también con todos los riesgos de una relación sin mediaciones.
Parafraseando a Karl Popper, podríamos decir que el futuro, con internet y con la “psicología de internet”, está abierto. Nos toca a nosotros dirigirnos hacia un futuro humanamente deseable. Nos toca a nosotros recordar, precisamente, que internet es una invención, tan poderosa como la de la escritura o de la prensa, que consiente a seres humanos interactuar, con diferentes modalidades, con otros seres humanos.
¿Pero cuánto hay todavía de humano en el contactarse a través de una App? ¿Cuántos han encontrado el amor? La respuesta es, lamentablemente, pocos.
De hecho si el algoritmo puede ser de ayuda para encontrar parejas virtuales complejidad de un sentimiento, de una relación, no deriva realmente del resultado de estos.
El amor moderno pasa por la invención de la cita sentimental
En el ensayo Labor of Love: The Invention of Dating, Moira Weigel, historiadora de las costumbres, explica muy bien la diferencia entre una cita clásica y una moderna.
Hoy, las relaciones se consumen en poco tiempo, son superficiales y prácticas. Queda poco de la “danza de la que todos conocían los pasos: él, sentimentalmente libre, le pide salir a ella, también libre, con al menos tres días de antelación; va a recogerla; la invita al cine, cena, sobremesa; la lleva a casa y, a menudo, la noche se cierra con un beso en la puerta. O con un «¿quieres subir a mi casa? ».” La autora prosigue describiendo la cita contemporánea como “una especie de forma sentimental de prácticas laborales no remuneradas: ocasionales, rápidas y nunca comprometidas. Porque la forma en la que nos citamos se parece a la que trabajamos”.
En resumen, en un mundo hecho de precariedad e incertidumbre, también los sentimientos y las relaciones se convierten cada vez en más lábiles, mercancías de intercambio, donde creatividad, sacrificio y compromiso dejan espacio a encuentros fugaces, escaso interés y orientación hacia el objetivo.
Hoy son suficientes cuatro elementos para encontrar el “amor” online:
· una foto linda, que muestre los puntos fuertes;
· el nombre adecuado, de apelación;
· un breve resumen de sí y de los propios intereses principales;
· guinda en la torta: ¡mostrarse simpáticos!
En resumen, nada diferente respecto a la elaboración de un buen currículum para conseguir trabajo o… pero los likes y los corazones siguen siendo los puntos débiles de las aplicaciones, porque seguimos midiendo el interés por emoticones y dejamos de lado lo único que es capaz de decirnos la verdad… la comunicación, nos encanta seguir en el mundo de la suposición y no de la realidad como tal.
Nada de miradas, ni timidez, ni mariposas en el estómago. Una relación con caducidad, que dura el tiempo de conocerse cuanto es suficiente, a veces poco, para conseguir una cita.
¿Y si esa persona no nos gusta? Basta con cancelarla o bloquearla y caminar hacia el próximo encuentro.
Con la misma velocidad con la que se puede descartar un CV .