Esa exagerada sensación de fracaso al reprobar un examen bien preparado. Ese dolor al no
obtener la respuesta que esperábamos en una interacción social.
¿Cuál es la explicación? ¿De dónde parte el mecanismo que
enlaza el valor de uno como persona con los resultados que obtiene en sus
conductas?
Existen dos estilos de aprendizaje:
1. Aprendizaje de logro: Aquel que asocia
el éxito del aprendizaje a los resultados obtenidos en determinada tarea. Es un
aprendizaje de rendimiento; el éxito me convierte en alguien bueno, y el
fracaso en alguien malo.
2. Aprendizaje de dominio: El éxito está
asociado al control que se incrementa en el proceso que implica realizar cierta tarea.
El fracaso es visto como parte de ese proceso de aprendizaje que pretendemos
manejar.
El individuo que evalúa sus acciones mediante un aprendizaje
de logro, condena su autoestima a una incesante búsqueda de la perfección. Si
tengo éxito en todo lo que hago, soy alguien valido, pero si fracaso, entonces
no sirvo.
En la educación general, se prima este estilo de
aprendizaje, mediante las formas de evaluación ya habituales. Un niño saca un 2
en matemáticas, y otro un 4. Uno vale y el otro no. No prestamos
atención a los puntos de partida de cada uno, a las mejoras, a los procesos, y
por lo tanto matamos el aprendizaje. Educamos a nuestros hijos a no
tolerar sus fracasos, a buscar un ideal de perfección que paradójicamente es
contradictorio con el ser humano. ¿O acaso conocen algún ser humano sin
defectos?
El aprendizaje de domino, propondría una educación más
personalizada, en la cual se tiene en cuenta que cada persona, tiene unas
características determinadas, sigue un proceso en el que necesariamente
cometerá errores, y llega a un objetivo, meta, o potencialidad. Algo que
nos permite desarrollarnos, sin poner en duda nuestro valor como personas.
No le digan a un futuro psicólogo que no sirve para estudiar
porque ha reprobado Física y Química. Todavía hay gente dispuesta a equivocarse
de por vida.