En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas
neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas
son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son
las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Aunque nos
atraen las personas con rasgos similares a los nuestros tendemos a elegir el
olor de aquellas que tienen un sistema inmunológico muy distinto. Y por un lado
es una suerte porque evita que nos enamoremos de nuestros familiares. Nuestra
biología nos guía para encontrar un compromiso entre la igualdad y la
diferencia y siempre encontramos el equilibrio perfecto, no sólo cuando
elegimos las caras y los olores. La llamada teoría de la correspondencia puede
resumirse en la frase: "cada uno busca la pareja que cree merecer". Parece ser que antes de que una
persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de
circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y
no de otra.
Al
parecer, las cosas del amor no son tan caprichosas como aparentan. Según el
experto en el cerebro de la Universidad de Edimburgo, Gareth Leng, la hormona oxitocina ayuda a forjar lazos permanentes
entre amantes tras la primera oleada de emoción. La hormona actúa
"cambiando las conexiones" de los miles de millones de circuitos
cerebrales. Al explicar cómo se enamora el cerebro, Leng señala que la
oxitocina ayuda a afianzar el vínculo entre una madre y su bebé, y se produce
tanto durante un parto como un orgasmo.
Mientras
que el instinto de reproducirnos nos hace sentir la pasión del amor, en el caso
contrario, cuando lo perdemos, podemos acabar sintiéndonos deprimidos. Cuando
estamos enamorados o locos por alguien... el cóctel químico del organismo puede
hacernos perder la razón, pero ¿por qué?
Es posible
que tengan que ser los científicos quienes respondan a las preguntas: cuánto dura la pasión, es el
amor para toda la vida o es sólo un sistema de defensa que asegura la
supervivencia de la especie humana.
Produciendo nuestras propias drogas
El
cerebro, movido por las emociones, produce sustancias químicas que hacen que la
persona eleve su autoestima, experimente sensación de euforia, se sienta
animada, alegre y vigorosa, sin necesidad de tomar, inyectarse o fumar nada.
Estas
sustancias que produce el cerebro, denominadas hormonas endógenas (ya que se
producen en la corteza cerebral) bien podrían llamarse "drogas de la
felicidad". Algunas de ellas son:
La oxitocina,
que se produce cuando existe un amor pasional y se relaciona con la vida
sexual.
La dopamina,
que es la droga del amor y la ternura.
La finilananina,
que genera entusiasmo y amor por la vida.
La endorfina,
que es un tran
smisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de
plenitud y el de depresión.
La epinefrina,
que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.
Si hay
abundancia de estas hormonas endógenas, hay inteligencia emocional e
interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va;
controla sus emociones, conoce sus habilidades y sus talentos y se siente dueña
de sí misma.
¿Cuándo y
cómo se crean estas drogas internas?
Se han
realizado descubrimientos como estos:
Cuando una
mujer va a dar a luz, se vuelve altamente dopamínica; es decir, genera una
cantidad enorme de dopamina (la droga del amor y la ternura).
Cuando
estamos enamorados, la dopamina aumenta 7000 veces su cantidad, acompañada de
la oxitocina, responsable de la pasión sexual y de las fenilananinas,
responsables del entusiasmo, bloqueando el aspecto de la lógica y la razón.
Como
vemos, la felicidad no es algo vago e impreciso, ni una sensación nebulosa: es
el efecto de un flujo correcto de sustancias químicas que proporcionan al ser
humano su equilibrio físico y psíquico. Así, la felicidad se puede incrementar
por medio de las siguientes actitudes o actividades, todas productoras de estas
"drogas" internas:
Amar y
disfrutar apasionadamente lo que hacemos. Tener relaciones con personas que nos
motivan y enriquecen nuestra fuerza vital.
Tener una
autoestima positiva y un sentido del valor personal. Trabajar y lograr pequeñas
o grandes metas. Descansar y dormir profundamente. Manejar adecuadamente el
estrés.
Hacer
ejercicios regularmente: "mente sana en cuerpo sano".
Recordar
los momentos felices de nuestra vida, ya que en esos momentos la mente no
distingue entre lo real y lo imaginario.
El secreto
está dentro de nosotros. Sentirnos felices es, en parte, una cuestión de
actitud hacia la vida: las drogas de la felicidad no se consiguen en el
exterior, sino que son creadas mediante una vida llena de amor, entrega,
optimismo, ejercicio, satisfacción personal ante el logro de metas y vocación y devoción por
lo que se hace....
"Un
estudio explica por qué el amor es ciego"
En un
reciente trabajo de unos investigadores de la Universidad College de Londres,
se dedicaron a captar imágenes de cerebros enamorados.
Ya hace
tiempo que la ciencia ha descubierto que ante la visión del ser amado se activan determinadas zonas
del cerebro, entre ellas el córtex anterior cingulado, que también responde al
estímulo de drogas sintéticas produciendo sensaciones de euforia; pero lo
sorprendente del nuevo estudio es que además, las áreas encargadas de
realizar juicios sociales y, por tanto, de someter al prójimo a valoración, se
inactivaban. Ante nuestro amor, nos volvemos "ciegos" o, por lo
menos, bajamos la guardia.
Pero es
que el ser humano, como todos los animales, ha tenido que encontrar los
mecanismos evolutivos para perpetuar la especie. Y el enamoramiento está entre
estos mecanismos, un proceso bioquímico que se inicia en el cerebro, y que tras
la desbordante secreción de neurotransmisores, activa glándulas y respuestas
fisiológicas a velocidad de vértigo, con la finalidad de que acabemos
reproduciéndonos.
Trabajos
anteriores han explorado otras líneas de investigación y han aportado
interesantes datos sobre las causas y los efectos del amor.
Cuando
termina la pasion...
Con el tiempo el organismo se va haciendo
resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se
desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza
entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un
amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz.
Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las
endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la
morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad
comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al
ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Los
motivos que explican por qué nos enamoramos de una persona y no de otra no
están bien establecidos, aunque deberemos confiar en que las leyes psicológicas
que rigen la elección tengan también una buena base evolutiva y, si no es mucho
pedir, que sean sensatas ante las posibilidades de ser correspondidos.
Otra cosa
es ya, si entre tanta precisión biológica, queda lugar para
el romanticismo. Pero no se preocupen, pronto descubrirán que el
romanticismo seguirá existiendo en toda su plenitud, solo que ahora
tenemos una explicación científica a ciertas reacciones físicas y
emocionales, solo eso, pero creo que el amor va a continuar siendo ciego de
momento.
Un solo abrazo desencadena las sustancias que mitigan el estrés
Acariciar
a una mascota logra disminuir la tensión arterial, la ansiedad e incluso la
depresión
Para los
humanos, el contacto físico es una necesidad, una fuente de bienestar que los
hace sentir protegidos, amados y reconocidos por el otro. Tan sólo un abrazo
desencadena sustancias químicas que ayudan a reducir el estrés y a entablar
lazos emocionales.
La piel
posee receptores sensitivos que envían señales a la corteza cerebral. Este
mecanismo permite percibir frío, calor, caricias, cosquillas, pellizcos y si
una superficie es suave o áspera.
Georgina
Montemayor, académica del departamento de anatomía de la Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que al recibir un
abrazo, un apretón de manos o una caricia, el cerebro libera oxitocina, hormona del
cariño, la cual permite el apego y que los seres humanos se busquen los unos a
los otros como ya habíamos visto.
Cada zona
del cuerpo está representada en la corteza cerebral: párpados, orejas, pies,
órganos sexuales, piernas, nuca. Por eso donde nos toquen vamos a sentir,
aunque hay partes, como manos y labios, que ocupan mayor espacio en la corteza
cerebral, por tanto, son más sensibles al estímulo.
Con ayuda
de la resonancia magnética (que permite hacer imágenes del funcionamiento del
cerebro), los científicos han observado que al recibir un abrazo, un apretón de
manos o una caricia se libera oxitocina.
Esa
sensación de bienestar con un amigo, los padres o la pareja se logra gracias a esta
oxitocina y a la
vasopresina, que se parecen mucho. La segunda aparece más en hombres y la primera
la produce más el
sexo femenino.
Eso
explica por qué las mujeres pasan gran parte del tiempo con amigas y por qué
les gusta ser abrazadas constantemente.
Para que
un abrazo produzca oxitocina suficiente para una mujer debe durar cuando menos
un minuto, y tiene que ser tranquilo, no como los que dan muchos hombres, con
palmadas en la espalda. Las mujeres no abrazan así, incluso hasta
nos mecemos al abrazar; a los varones esa cercanía los pone nerviosos.
La psicología destaca que el ser humano no puede desconocer la principal herencia de
los mamíferos: vivir en grupo. Para eso necesitamos lazos, que se logran
gracias a la oxitocina.
Así que a generar nuestra propia dosis diaria!!!!