viernes, 28 de septiembre de 2012

La Ciencia del AMOR


En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Aunque nos atraen las personas con rasgos similares a los nuestros tendemos a elegir el olor de aquellas que tienen un sistema inmunológico muy distinto. Y por un lado es una suerte porque evita que nos enamoremos de nuestros familiares. Nuestra biología nos guía para encontrar un compromiso entre la igualdad y la diferencia y siempre encontramos el equilibrio perfecto, no sólo cuando elegimos las caras y los olores. La llamada teoría de la correspondencia puede resumirse en la frase: "cada uno busca la pareja que cree merecer". Parece ser que antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra.
Al parecer, las cosas del amor no son tan caprichosas como aparentan. Según el experto en el cerebro de la Universidad de Edimburgo, Gareth Leng, la hormona oxitocina ayuda a forjar lazos permanentes entre amantes tras la primera oleada de emoción. La hormona actúa "cambiando las conexiones" de los miles de millones de circuitos cerebrales. Al explicar cómo se enamora el cerebro, Leng señala que la oxitocina ayuda a afianzar el vínculo entre una madre y su bebé, y se produce tanto durante un parto como un orgasmo.

Mientras que el instinto de reproducirnos nos hace sentir la pasión del amor, en el caso contrario, cuando lo perdemos, podemos acabar sintiéndonos deprimidos. Cuando estamos enamorados o locos por alguien... el cóctel químico del organismo puede hacernos perder la razón, pero ¿por qué?

Es posible que tengan que ser los científicos quienes respondan a las preguntas: cuánto dura la pasión, es el amor para toda la vida o es sólo un sistema de defensa que asegura la supervivencia de la especie humana.

Produciendo nuestras propias drogas
El cerebro, movido por las emociones, produce sustancias químicas que hacen que la persona eleve su autoestima, experimente sensación de euforia, se sienta animada, alegre y vigorosa, sin necesidad de tomar, inyectarse o fumar nada.
Estas sustancias que produce el cerebro, denominadas hormonas endógenas (ya que se producen en la corteza cerebral) bien podrían llamarse "drogas de la felicidad". Algunas de ellas son:
La oxitocina, que se produce cuando existe un amor pasional y se relaciona con la vida sexual.
La dopamina, que es la droga del amor y la ternura.
La finilananina, que genera entusiasmo y amor por la vida.
La endorfina, que es un tran
smisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud y el de depresión.
La epinefrina, que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.
Si hay abundancia de estas hormonas endógenas, hay inteligencia emocional e interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va; controla sus emociones, conoce sus habilidades y sus talentos y se siente dueña de sí misma.

¿Cuándo y cómo se crean estas drogas internas?

Se han realizado descubrimientos como estos:
Cuando una mujer va a dar a luz, se vuelve altamente dopamínica; es decir, genera una cantidad enorme de dopamina (la droga del amor y la ternura).
Cuando estamos enamorados, la dopamina aumenta 7000 veces su cantidad, acompañada de la oxitocina, responsable de la pasión sexual y de las fenilananinas, responsables del entusiasmo, bloqueando el aspecto de la lógica y la razón.
Como vemos, la felicidad no es algo vago e impreciso, ni una sensación nebulosa: es el efecto de un flujo correcto de sustancias químicas que proporcionan al ser humano su equilibrio físico y psíquico. Así, la felicidad se puede incrementar por medio de las siguientes actitudes o actividades, todas productoras de estas "drogas" internas:
Amar y disfrutar apasionadamente lo que hacemos. Tener relaciones con personas que nos motivan y enriquecen nuestra fuerza vital.
Tener una autoestima positiva y un sentido del valor personal. Trabajar y lograr pequeñas o grandes metas. Descansar y dormir profundamente. Manejar adecuadamente el estrés.
Hacer ejercicios regularmente: "mente sana en cuerpo sano".
Recordar los momentos felices de nuestra vida, ya que en esos momentos la mente no distingue entre lo real y lo imaginario.
El secreto está dentro de nosotros. Sentirnos felices es, en parte, una cuestión de actitud hacia la vida: las drogas de la felicidad no se consiguen en el exterior, sino que son creadas mediante una vida llena de amor, entrega, optimismo, ejercicio, satisfacción personal ante el logro de metas y vocación y devoción por lo que se hace....


"Un estudio explica por qué el amor es ciego"

En un reciente trabajo de unos investigadores de la Universidad College de Londres, se dedicaron a captar imágenes de cerebros enamorados.
Ya hace tiempo que la ciencia ha descubierto que ante la visión del ser amado se activan determinadas zonas del cerebro, entre ellas el córtex anterior cingulado, que también responde al estímulo de drogas sintéticas produciendo sensaciones de euforia; pero lo sorprendente del nuevo estudio es que además, las áreas encargadas de realizar juicios sociales y, por tanto, de someter al prójimo a valoración, se inactivaban. Ante nuestro amor, nos volvemos "ciegos" o, por lo menos, bajamos la guardia.
Pero es que el ser humano, como todos los animales, ha tenido que encontrar los mecanismos evolutivos para perpetuar la especie. Y el enamoramiento está entre estos mecanismos, un proceso bioquímico que se inicia en el cerebro, y que tras la desbordante secreción de neurotransmisores, activa glándulas y respuestas fisiológicas a velocidad de vértigo, con la finalidad de que acabemos reproduciéndonos.
Trabajos anteriores han explorado otras líneas de investigación y han aportado interesantes datos sobre las causas y los efectos del amor.

Cuando termina la pasion...

 Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.

Los motivos que explican por qué nos enamoramos de una persona y no de otra no están bien establecidos, aunque deberemos confiar en que las leyes psicológicas que rigen la elección tengan también una buena base evolutiva y, si no es mucho pedir, que sean sensatas ante las posibilidades de ser correspondidos.

Otra cosa es ya, si entre tanta precisión biológica, queda lugar para el romanticismo. Pero no se preocupen, pronto descubrirán que el romanticismo seguirá existiendo en toda su plenitud, solo que ahora tenemos una explicación científica a ciertas reacciones físicas y emocionales, solo eso, pero creo que el amor va a continuar siendo ciego de momento.

Un solo abrazo desencadena las sustancias que mitigan el estrés
Acariciar a una mascota logra disminuir la tensión arterial, la ansiedad e incluso la depresión
Para los humanos, el contacto físico es una necesidad, una fuente de bienestar que los hace sentir protegidos, amados y reconocidos por el otro. Tan sólo un abrazo desencadena sustancias químicas que ayudan a reducir el estrés y a entablar lazos emocionales.

La piel posee receptores sensitivos que envían señales a la corteza cerebral. Este mecanismo permite percibir frío, calor, caricias, cosquillas, pellizcos y si una superficie es suave o áspera.

Georgina Montemayor, académica del departamento de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que al recibir un abrazo, un apretón de manos o una caricia, el cerebro libera oxitocina, hormona del cariño, la cual permite el apego y que los seres humanos se busquen los unos a los otros como ya habíamos visto.

Cada zona del cuerpo está representada en la corteza cerebral: párpados, orejas, pies, órganos sexuales, piernas, nuca. Por eso donde nos toquen vamos a sentir, aunque hay partes, como manos y labios, que ocupan mayor espacio en la corteza cerebral, por tanto, son más sensibles al estímulo.

Con ayuda de la resonancia magnética (que permite hacer imágenes del funcionamiento del cerebro), los científicos han observado que al recibir un abrazo, un apretón de manos o una caricia se libera oxitocina.

Esa sensación de bienestar con un amigo, los padres o la pareja se logra gracias a esta oxitocina y a la vasopresina, que se parecen mucho. La segunda aparece más en hombres y la primera la produce más el sexo femenino.

Eso explica por qué las mujeres pasan gran parte del tiempo con amigas y por qué les gusta ser abrazadas constantemente.

Para que un abrazo produzca oxitocina suficiente para una mujer debe durar cuando menos un minuto, y tiene que ser tranquilo, no como los que dan muchos hombres, con palmadas en la espalda. Las mujeres no abrazan así, incluso hasta nos mecemos al abrazar; a los varones esa cercanía los pone nerviosos.
La psicología destaca que el ser humano no puede desconocer la principal herencia de los mamíferos: vivir en grupo. Para eso necesitamos lazos, que se logran gracias a la oxitocina.

Así que a generar nuestra propia dosis diaria!!!!

martes, 11 de septiembre de 2012

Conocerse a uno mismo

¿Qué es conocerse a si mismo? 




Apenas formulada la pregunta uno descubre la complejidad de una tarea vasta como ninguna. 

De una persona humana cabe conocer por lo menos lo que conocen los psicólogos, y esto supone inteligencia, hábitos, personalidad, temperamento, carácter, patologías, genealogía, genética, y todo ello entrelazado y ligado además a las condiciones de la infancia, el entorno social, la micro y la macro historia, el lenguaje, la moda, las amistades... es como una espiral que no acaba nunca.

Por otra parte, la mayoría de los seres humanos transcurrimos nuestras horas en relativo sosiego con lo que somos. Quizá por ignorancia, se puede argüir, o por conformismo, o por engaño continuo: todo ello puede ser. Pero no serán esas las explicaciones definitivas. Hemos conocido seres humanos bellísimos, gente humilde y sabia, y no encontramos en ellos otra cosa sino una gran unidad interior, fruto de una profunda armonía. La sensación que irradian estas personas no es de algo embrollado y abstruso sino de una gran simplicidad, como si la vida misma fuera eso: un episodio de estética y sencillez.

Esta es la paradoja del conocimiento de uno mismo: supone métodos complejos y metas simples. Puede comparársele al ascenso de una montaña. En sí mismo es algo complejo y agotador pero poco a poco va conduciendo a cimas de sencillez y de paz interior.

Idealmente, la cumbre misma es como un punto en el que el alma se siente perfectamente unificada, colmada de luz, con una visión nueva de las cosas y una sensación estable de paz.
La comparación con la montaña también nos sirve en otro sentido: hay más de un camino hacia la cúspide.

Hay que destacar, este aspecto de unidad para que sepamos que nos interesa más lo sintético que lo analítico. Las enumeraciones y los detalles son importantes pero sólo en cuanto sílabas que nos ayudan a leer un texto, por usar esa comparación. Sin ellas no habría texto pero el texto es más que la suma de sus partes.
También Santo Tomás de Aquino, siguiendo en esto a Aristóteles, habló de esta unidad como uno de los criterios de la genuina sabiduría. "Es propio del sabio ocuparse de las causas primeras," dice al comienzo del primer libro de su Suma Contra Gentiles.

Conocimiento y belleza se dan la mano en tierras de esta unidad superior. También allí se encuentran el amor y la bondad. No es simple poesía. Es la realidad: aquel que contempla desde lo alto descubre una lógica que se escapa a los que sólo viven a ras de tierra. Los ciclos de la vida y de la muerte, o el sucederse de los tiempos que maravillaron, vistos desde esa altura, traen una sensación que no es de angustia sino de paz. Es la certeza de que hay un orden incluso cuando no lo logramos comprender completamente.

Porque la unidad a la que aspiramos no es solamente unidad de nuestras emociones,
que tanto pugnan; o de nuestra inteligencia, que no se aquieta en su preguntarlo todo; o de nuestros recuerdos, que tantas veces nos levantan y tantas nos hunden en desconcierto; o de nuestros sueños, que por igual nos fascinan y extravían. Esta unidad es también unidad con los sabios de muchos otros tiempos, y con los trazos mismos de la Belleza Increada, que algún rastro dejó de sí en todo lo que a bien tuvo que crear.